Georgette Moger-Petraske conjura guaridas ideales de la bebida con bármanes de cada rincón del mundo.

Prólogo:

Esta columna imagina bares de ficción, ambientados en épocas pasadas, soñados con bármanes apreciados en todo el mundo. Cada uno de los bármanes y barmaid que aparecen en esta columna han colaborado conmigo sobre dónde estaría nuestro bar imaginario, junto con el personal de fantasía y la clientela que lo llena. La especialidad de la casa siempre será convertida en una receta para preparar en casa, evocando el espíritu de estar allí, porque aunque no seamos capaces de volver a 1928 para saborear libaciones en un bar secreto en el jardín de Marrakech, ni de viajar hasta 1948 para enviar un trago de brandy a Paul y Julia Child en un bistro vacante cercano, podemos soñar. En esta columna, la casa siempre invita a soñar.

 

Bar Emeritus tal como lo imaginan Georgette Moger-Petraske y Daniel Zacharczuk, Gerente General, Bibo Ergo Sum, Los Angeles

 

Mayo 1922

Es una tarde inusualmente suave en París. Eres un neoyorquino que acaba de cruzar el Atlántico, fue escupido de Le Havre y durmió todo el viaje en tren hasta Gare du Nord. Bien descansado pero inquieto, estás en camino al hotel. Al principio te sentiste empujado hacia el deseo de caminar, seducido por la sensación de vagar perdido. Ahora son las 4 de la mañana y has pasado las últimas dos horas flotando a ambos lados del canal con la sensación de que no estás más cerca de tu hotel que cuando empezaste. Mientras que había trenes, tranvías y taxis que podías haber tomado para ahorrarte las ampollas, esas eran herramientas para los turistas, no para ti, el bulevardero, con tu aguda brújula interna. Te encuentras en una calle lateral estrecha donde, por el rabillo del ojo, ves un pequeño abrevadero. Haces una pausa y das un paso atrás. El Bar Emeritus está grabado en Feder-Grotesk en la parte superior de la ventana. A través de la puerta gotean fragmentos de conversaciones y risas que compiten con un fonógrafo crepitante de alegre canto. Seco y sobrecalentado, abres las cortinas, tu cara se encuentra con una fresca ráfaga de champán y sándalo, que sopla desde el otro lado de la barra desde un abanico y un bloque de hielo. La sala está salpicada de mesas de cóctel y clientes con espíritu festivo. Hombres de lino y sarga están conversando y chasqueando vasos con mujeres vestidas con sedas desgastadas por los cigarrillos, el opio, o lo que podría llamarse «gincidents». En la barra reconoces a una figura delgada, en un traje de marfil claro, como Jean Cocteau. Él y un joven vestido de la misma manera están intercambiando garabatos dibujados en pedazos de papel doblados; es un juego que conoces como el cadáver exquisito. Después de asimilar todo esto, te inclinas a sentarte y conocer al barman, y pedirle el cóctel del día. Mientras el bar está repleto de botellas ornamentadas de pociones de todos los colores, todos parecen estar tomando el mismo brebaje curioso. Con un acento que hace juego con el tuyo, el barman te revela que la bebida rosa que llena la copa de cada uno es una variación del Artist’s Special; un cóctel de escocés mezclado que emigró desde el Artists’ Club. El suyo es una interpretación de Rhum Agricole que él llama The Martin Ink-Martin, siendo un juego sobre Martinica, de donde proviene el ron, y, la tinta proverbial que los patrones de Bar Emeritus beben para dorar el lirio en su prosa y pinturas. Aprendes que, como tú, el barman es un americano que se encontró en París. A diferencia de ti, él es un expatriado que no pudo resistirse a seguir haciendo lo que ama, en un lugar donde los clientes aceptan el tipo de inclusividad que se traduce a través de las culturas y los idiomas. Que se condene la prohibición. Él chasquea su copa de Martin Ink, repica como un cadáver recién resucitado. Uno exquisito. A pesar del tono rosado de la bebida, apenas hay una nota de dulzura. Hay un remolino de hierbas silvestres y tallos de anís, la acidez de las moras no muy maduras. Algo loco que te recuerda a un pastel de Navidad. Saboreas lo último de tu bebida y temiendo que el día se te escape, sabes que es hora de salir. Pagas generosamente tu cuenta y embolsillas una caja de cerillas, asegurándote de que nunca olvidarás la dirección del bar. Valise en mano, abres las cortinas una vez más para revelar el sol de la tarde, agradecido de que todavía no se ha puesto. Al levantar la vista de tu reloj, un taxi dobla la esquina, cediendo a la aleta de tu brazo y tu petición, «Majestic Hotel, tout de suite!» En el coche te imaginas el tipo de amistades que te harías en un bar como el Emeritus si tú también vivieras la vida de expatriado del barman. A medida que tu taxi se desliza más allá de los kioscos de periódicos y panaderías que se encofran por el día, el resplandor rosado de los faros ilumina las ventanas del apartamento de arriba. Un cálido zumbido de Martin Ink te llena de coraje para preguntarte cómo podrías volver a Nueva York, en esta ciudad que cada minuto se siente más como en casa.

 

Receta de cóctel de Martin Ink, Cortesía de Daniel Zacharczuk

 

45 ml de Ron Clement VSOP

30 ml Amontillado de Jerez

20 ml de zumo de limón

15 ml de granadina

10 ml de Crema de Cassis

Agite bien sobre hielo y cuélelo en una copa. Extraiga los aceites de una cáscara de limón en la bebida y a lo largo del borde. Deseche la cáscara.

 

*Ndt. Gincidents: un incidente relacionado con el consumo de ginebra. Normalmente significa que uno se emborrachó demasiado.

 

Georgette Moger-Petraske es una escritora de viajes, bebidas espirituosas y de estilo cuyo trabajo ha aparecido en las revistas Wine Enthusiast, Departures, Imbibe y Edible. Su libro más vendido, Regarding Cocktails, publicado por Phaidon, es una memoria líquida y una celebración del legado en bebidas alcohólicas y cócteles de su difunto esposo Sasha Petraske.

 

No conduzca bajo los efectos del alcohol. Consuma con moderación.

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