Del vodka de quinoa al licor de açaí: en diez años, Alexandre Koiransky ha logrado combinar las primas y el comercio justo.

Todo comenzó en los Estados Unidos, en el gueto de Chicago. Alexandre Koiransky vendía entonces coñac a los afroamericanos, que fabricaban el gran coñac francés para probar su emblema. Y rechazando el whisky porque corresponde a la bebida de la clase dominante. «Vender botellas por 40 dólares a personas que ni siquiera podían pagar un par de zapatos te hace pensar», recuerda.

Ahora existe la idea de diseñar un producto de alta gama para una clientela sensible a la idea del desarrollo sostenible, basado en una filosofía justa y equitativa……

Continuará…

 

No conduzca bajo los efectos del alcohol. Consuma con moderación.

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